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El disfraz detrás de lo que sentimos

  • Foto del escritor: Laura Pleguezuelos
    Laura Pleguezuelos
  • hace 13 horas
  • 3 Min. de lectura

Un día de verano muy caluroso iba la tristeza por un camino. A un lado vio que había un lago y decidió bañarse para sacarse de encima la sensación de calor. Dejó sus ropas junto a éste y se metió en el agua. La casualidad quiso que la rabia pasara justo en ese momento por ahí. Viendo tan a gustito a la tristeza nadando, decidió darse un baño ella también. Por ello, dejó sus vestidos al lado de los de la tristeza. Estaban las dos en el agua disfrutando del momento, cuando unos truenos empezaron a sonar y unos relámpagos aparecieron en el cielo. «¡Vaya tormenta se avecina! —dijo la tristeza— . Me voy a ir corriendo. No me gustaría que me pillara en el camino.» «Creo que yo voy a hacer lo mismo», respondió la rabia. Las dos salieron precipitadamente, tomaron sus ropas corriendo y se fueron en direcciones opuestas. La tristeza empezó a vestirse mientras caminaba. «Ésta no es mi vestimenta. He cogido el ropaje de la rabia», se percató. Lo mismo le sucedió a la rabia. Y desde entonces, cuando uno se encuentra con la rabia, debajo está la tristeza. Y cuando uno se encuentra con la tristeza, en realidad habla con la rabia. Jorge Bucay, Cuentos para pensar.


Había leído este cuento muchas veces, pero hoy volvió a mí con una claridad distinta. Mientras lo releía, pensé en cuántas veces en terapia aparece esta escena sin que nos demos cuenta. Cuántas veces alguien dice “estoy enfadado”, y lo que realmente quiere decir es “estoy triste”. Cuántas veces la rabia no es más que un escudo, un abrigo prestado para ocultar algo mucho más vulnerable.


Cuando la tristeza se esconde detrás de la rabia


La rabia suele llegar como un golpe seco: elevar la voz, tensar el cuerpo, cerrar la mirada. Pero bajo ese impulso, muchas veces hay una herida: algo que dolió, algo que importaba, algo que no se dijo a tiempo.

La tristeza, en cambio, se mueve despacio, se repliega, se encoge. A veces es demasiado suave, demasiado silenciosa, demasiado íntima como para mostrarla.Y entonces aparece la rabia, más visible, más ruidosa, más “aceptable” socialmente que la vulnerabilidad.

Ponerse la ropa de otra emoción no es un error: es un mecanismo de supervivencia.

La rabia protege. La tristeza expone. Y en esa combinación confusa, muchas personas se quedan sin comprender qué sienten realmente.


Y justo ahí aparecen estas preguntas: ¿Dónde aprendiste que mostrarte vulnerable no era seguro?

¿Quién te enseñó que tus partes frágiles debían permanecer ocultas?

¿Qué viviste para que hablar de tu dolor se transformara en algo que preferías callar?


Cuando la vulnerabilidad se vive como riesgo, la emoción auténtica busca otro disfraz para sobrevivir.


Cuando la rabia se disfraza de tristeza


A veces ocurre lo contrario. Hay quien llora, pero no por tristeza, sino por impotencia. Quien se desmorona porque está furioso y no sabe cómo expresarlo sin dañar a otros. Quien baja la cabeza, no porque esté roto, sino porque la rabia está buscando una forma segura de salir.

Igual que en el cuento, la tristeza se pone la vestimenta de la rabia para poder avanzar sin miedo. Y la rabia se coloca el abrigo de la tristeza cuando no encuentra otro camino.

Lo llamamos desregulación, bloqueo, confusión emocional. Pero en realidad es el rastro de todo lo que hemos vivido y no supimos sostener.


E inevitablemente, aparecen otras preguntas: ¿Dónde aprendiste que no podías permitirte sentir rabia?

¿Quién te enseñó que expresar enfado era inadecuado?

¿En qué momento entendiste que mostrar tu enfado podía alejar a quienes querías cerca?


Cuando esa idea se instala, dejamos de escuchar nuestra rabia como una señal y empezamos a verla como una amenaza. Es justo ahí cuando la reprimimos y la tristeza ocupa su lugar.


Aprender a reconocer la emoción que realmente habla


El trabajo emocional no consiste en “controlar” lo que sentimos, sino en reconocer quién lleva la voz en cada momento.

Preguntarnos: ¿Lo que siento ahora es rabia… o es tristeza pidiendo cuidado? ¿Estoy enfadado porque me han herido? ¿O estoy triste porque no me permití mostrar mi enfado a tiempo?

Nombrar bien una emoción es empezar a comprenderla. Y comprenderla es empezar a sanarla.


Vestirnos con lo que nos pertenece


A veces, en medio de nuestras historias, adoptamos emociones que no son realmente nuestras. Lo hacemos por miedo, por aprendizaje, o porque nadie nos enseñó a identificar la emoción que de verdad está pidiendo ser vista.

Pero cada día tenemos la oportunidad de detenernos, de mirar lo que llevamos puesto y preguntarnos si realmente nos pertenece.

Porque al ordenar nuestro mundo interno, también se ordena la forma en que nos sostenemos y nos acercamos a los demás.


✨ A veces, solo necesitamos darnos permiso para mirar hacia adentro. Y solo desde ahí es donde podemos acompañarnos con cariño y darnos lo que realmente necesitamos.

 
 
 

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Laura Pleguezuelos Psicología N.C. A013808        © Todos los derechos reservados

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